sábado, 24 de marzo de 2012

'Think different'. Vol. 1. Decálogo de supervivencia del recién llegado a USA.

Si es que estoy por todos los lados xD
Cuando Gurb aterrizó en el planeta Tierra lo hizo en España (ya era hora de que algún extraterrestre lo hiciese… además de Jorge Sanz y Galindo). Se encontró un montón de situaciones paradójicas y que cuestionaban la razón humana (y alienígena) que apuntaba en su ‘cuaderno de bitácora’. Ahora soy yo el que está en la piel de un Gurb que ha aparcado sus maletas en los Estados (Sórdidos) Unidos y el que a veces se encuentra desconcertado con las cosas que se va encontrando. Muchas de las cuales me recuerdan constantemente a esa famosa frase de Asterix y Obelix, que replanteada en el contexto sonaría tal que así: “estos americanos están locos” (debería ser más concreto y correcto diciendo ‘yankees’ o ‘estadounidenses’, pero la sentencia pierde musicalidad). Y es que para vivir aquí y entender la cultura, hay que tener la mente muy abierta y dejar los valores europeos a un lado. Con esto quiero decir, por ejemplo, que lo que nosotros podamos considerar normal, lógico y verdadero, no tiene por qué tener la misma validez al otro lado del Atlántico. Así que para mejor digestión iré dosificando la información ‘por fascículos’. Para la primera tentativa, he preparando un pequeño decálogo de supervivencia del recién llegado.



Decálogo de supervivencia del recién llegado



1.- No hay verdades universales. Cuando uno sale de Europa, piensa que hay cosas que son inamovibles como, por ejemplo, que todos los cambios horarios del año se hacen al unísono. Gran error. Acabo de sufrirlo el pasado domingo. Tras quedar con mi familia para una llamada por Skype a las 19 horas de España, uno hace los cálculos, le resta 6 horas y llega a la sencilla conclusión que tiene que hablar a la 1 p.m. Eso es así casi siempre, pero aquí las verdades universales no existen, no son inmutables. Resulta que el cambio horario no se realiza el 24 de marzo este año, como pasa en Europa, aquí se realiza el día 11. Y ahí me tenían ustedes a la 1 p.m. intentando contactar con mis padres que no aparecían. Claro, allí eran aún las 18 horas. Del mismo modo, los sistemas de medidas cambian. Aquí la temperatura se mide en grados Farenheit (que no Celsius). No llenas el depósito del coche en litros, sino en galones. No compras un kilo de pollo, sino 2 libras y pico. Las distancias no son recorridas en kilómetros, sino en millas. Las cervezas no tienen 33 cl. sino 12 onzas (son más grandes). La altitud se mide en pies y no en metros. Los terrenos en yardas y no en hectáreas… De este modo, ¿cómo uno no va a volverse loco?

"Yo soy la ficha roja-ja...."

2.- La terminología familiar es muy relativa. Tal vez sea debido a la exagerada proliferación de familias disfuncionales, ya sean divorcios, matrimonios en segundas o terceras nupcias, madres o padres solteros, interracialidad y exclusión social o, simplemente, familias que no se soportan. El caso es que si alguien te presenta a su ‘hermano’ o ‘hermana’ no quiere decir necesariamente que lo sea biológicamente. Con esto me refiero a que es muy frecuente presentar a tu mejor amigo como tu ‘hermano’ sin dar mayores explicaciones. Del mismo modo ocurre con los padres y los tíos. ¿Recuerdan alguna de esas famosas escenas de película donde la madre le dice al niño “este es tu tío… Peter (por ejemplo)” en vez de decir es tu verdadero padre o es el hombre con el que me estoy acostando? A nosotros nos sonará raro, pero aquí está muy naturalizado. Del mismo modo puedes decir “this is my man” para introducir a tu mejor amigo. Algo que a nosotros nos sonaría algo ‘choni’ u homosexual (según que casos) al traducirlo literalmente.

Cruzando en Central Park por uno de los puentes más vistos en las películas, asistí a una propuesta de matrimonio... Lo que no pase aquí...


3.- Los precios no son lo que parecen. Con esto quiero decir varias cosas. Primero, los precios se suelen presentar sin impuestos. En segundo lugar, cuando pagas con tarjeta no necesariamente vas a pagar el precio que te han dicho. ¿Por qué? ¡Tacháaaaaan! ¡Porque ‘hay que dejar’ propina! Sí, incluso cuando pagas con tarjeta. ¿Cómo? Muy sencillo. Te traen un recibo con el precio del servicio consumido, una línea más abajo tienes que poner la propina que dejas y hacer la suma para escribir el total. Anda que no he tenido yo discusiones con esto. No es que sea un rancio y un agarrado, es que me fastidia que si no me dan un buen servicio, encima tenga que darles un extra por hacer mal su trabajo. El otro día me decía un nativo: “¡Pero es parte de la cultura americana!”, a lo que yo le respondí: “También puede serlo tener en casa armas de fuego y no por eso me voy a comprar una pistola”.

Algunos hacen frente a la crisis con creatividad...


4.- El algodón engaña. Es muy habitual encontrarte carteles luminosos para todo: colegios, supermercados, cines, teatros, bibliotecas y, cómo no, Iglesias. Hay una gran cantidad de Iglesias de todo tipo en Estados Unidos: católica, metodista, presbiterianas,… Me sería muy difícil enumerarlas todas y cuáles son las diferencias existentes entre ellas. Lo que sí que puedo asegurar es que alguna que otra da mucho miedo. Lo que por fuera es un templo sagrado por dentro puede ser una secta ‘lavacerebros’. Y es que algunas se aprovechan del excesivo sentimiento de pertenencia a un grupo o comunidad que tiene la cultura estadounidense. Otra de las cosas que más me costó digerir es que las tarifas telefónicas de prepago sean de Easy & Go. En otras palabras, que pagas cuando utilizas el teléfono. Pero ojo, esto tiene trampa, porque no sólo pagas por lo que consumes, sino también por recibir llamadas y mensajes. Algo inconcebible en España me lo he tenido que encontrar en el país del ‘aperturismo’ (véase la ironía). Además, aquí no puedes conseguir un teléfono incluso de prepago sin tener un número de la seguridad social. Y en este punto es cuando pasamos a…

Mieditoooooorrrr...

5.- El número de la seguridad social es Dios. Aquí la sanidad es privada y los precios de tu seguro pueden variar mucho en función de la cobertura. Pero para hacer cualquier trámite o cubrir ciertas necesidades necesitas un número de la seguridad social, algo que sólo puede conseguir un extranjero si tiene un visado de trabajo, ergo, tiene que estar contratado por una empresa para poder solicitar su permiso. Este dichoso numerito te lo piden para comprarte un teléfono móvil, abrir una cuenta bancaria (aunque no es un requisito necesario) y poder tener coche. Y es que puedes comprarte un coche, pero nunca podrás conducirlo. Los seguros obligatorios de coche no son como en España, cuando los contratas tienes que facilitar tu número de la seguridad social (si no lo tienes, no hay seguro) y, en ocasiones, un historial de crédito (que sólo puedes hacer una vez que tengas… adivinen… ¡efectivamente!... ese puñetero número). Una vez hecho esto, te dan tus placas de matrículas personales. Esto quiere decir que cuando cambies de coche te llevas las matrículas contigo.

Bueno, Tom Selleck también lo es. ¡El poder del bigotón!

6.- El ‘refund’ es un deporte nacional. Pese a que la NBA ha ido ganando enteros esta última temporada, los deportes más seguidos en los USA son, sin lugar a dudas, el fútbol americano seguido del béisbol y del hockey. Pero eso sólo es un espejismo. A un estadounidense podrás quitarle su dinero, su casa y su trabajo, pero nunca podrás quitarle su derecho a devolver las cosas que ha comprado. Y es algo que llevan hasta los extremos más insospechados. Ya pueden haber utilizado unos pantalones y llevarlos a la tienda llenos de mierda, que van a exigir que les devuelvan el dinero sin cortarse un pelo.



7.- Culto a la comida. Algo que siempre llama la atención es la cantidad de sitios para comer y anuncios publicitarios centrados en comida que pueden verse en los medios de comunicación. Comer en Estados Unidos puede ser barato si vas a un ‘fast food’, pero si te adentras en un supermercado uno se da cuenta de que la comida ‘fresca’ no suele tener demasiada calidad y es, además, bastante cara. Una libra de tomates (lo que serían 0,45 kg.) cuestan entre 2 y 3 dólares, una bolsa grande de patatas fritas puede rondar los 4, la libra de manzanas los 3, una libra y media de carne de ternera puede rondar los 8-10 dólares  y mejor no hablemos de lo que cuesta el queso…  También es cierto que muchos tamaños de los productos aquí son ligeramente más grandes, pero los precios no se incrementan exponencialmente si comparamos el coste de vida entre ambos países (que no el cambio de divisa).


Puestos de comida y restaurantes... everywhere!

8.- Con nocturnidad y alevosía. Los bares son otro caso de estudio. No solamente porque los horarios son muy distintos, sino porque los hábitos son también bastante diferentes. Hay que tener cuidado cuando pagas con tarjeta puesto que pueden quedarse con ella (normalmente te preguntan) para dejarte ‘la cuenta abierta’. Esto quiere decir que ponen tu tarjeta al lado de tu cuenta y van sumando todo lo que vayas consumiendo. Yo las primeras veces me dejé olvidada la tarjeta en el bar… la falta de costumbre. Al contrario que países como Alemania o Dinamarca, aquí si hay cultura de tomar copas… pero no llega al nivel que tenemos en nuestro país. Lo normal es pedir cervezas. Si es de barril tienes varios tamaños, los más populares son la pinta, el pitcher (algo así como una jarra de un par de litros para compartir) y las tower (que son torres de unos 10 litros de cerveza con dispensador). Estas últimas recuerdo haberlas consumido durante la Superbowl. Nos bebimos dos. Recuerdo haber hecho la broma: “han caído las Twin Towers”, pero nadie se rió… Además, como en España, puedes ir a bares con juegos como el billar o los dardos, pero hay lugares que tienen un juego tradicional que consiste en deslizar cuidadosamente una pieza por una larga mesa de madera con arena para conseguir puntuaciones en función de lo cerca que te quedes del borde… mejor miren el vídeo.

Versión yankee del Banco Popular.


9.- Cambio de hábitos. Las casas suelen ser de madera y de un par de pisos, a no ser que vayas a grandes ciudades donde hay grandes edificios y se usa el ladrillo. Las calefacciones muchas veces se encuentran en el sótano y no hay radiadores, sino pequeñas trampillas por donde entra aire caliente. También es común encontrarte con que las casas no tienen lavadora. Para suplirlo, existen un buen surtido de lavanderías donde por poco dinero (entre un dólar y medio y 5 dólares) puedes hacer tu colada. Pero lo mejor son las secadoras. Meter tu ropa húmeda y recién centrifugada en uno de estos aparatos para que, al terminar el ciclo, tengas tu ropa calentita y seca (y más por el norte que hace un frío para cagarse) sólo es comparable a cuando consigues mear después de una hora aguantándote en pleno estado catatónico (esto es, que se te ponen los ojos blancos y tienes que repetir un mantra para poder contenerte) tras haber andado por la calle mientras nevaba.

Y, por supuesto, aquí nuestro querído invento nacional más famoso tiene un sistema diferente para escurrir el agua...


10.- Lo que allí es oficial, en Estados Unidos no lo es. De hecho, no hay organismos que puedan certificarte oficialmente ciertos documentos. No hay traductores jurados, los notarios no tienen la misma validez legal, todo el relativo. Hay organismos que tienen mayor reconocimiento que otros, pero no existe una unanimidad al respecto. Un ejemplo absurdo de expedición de documentos puede ser lo que hacen las universidades, que te pueden facilitar tu expediente académico oficial e incluso enviarlo a otras instituciones previa solicitud de manera completamente gratuita, pero si quieres pedir una copia tienes que pagar. Del mismo modo, las normas de tráfico cambian. Aquí el que llega primero a una intersección que no tiene semáforo es el que tiene preferencia para pasar. Del mismo modo, es obligatorio dejar giradas las ruedas hacia el lugar donde vas a torcer antes de parar por completo el automóvil. La mayoría de los coches son automáticos y de gasolina. En los exámenes de conducir, por ejemplo, te presentas con tu propio coche y, al aparcar tienes que golpear ligeramente el bordillo para hacerlo correctamente. Nunca entendí porqué en España puede ser motivo de suspenso hacer eso. Con lo fácil y práctico que es ayudarte del bordillo…


No cabe duda que para cuestionarse a uno mismo, lo mejor es vivir en una cultura diferente... Para la próxima entrega dejaré (o no) las peleas de bandas callejeras con la policía en Baltimore, el extremo fanatismo belicista y adoración de sus héroes caídos en las guerras existentes en Washington, el control masónico en Philadelphia,... y, por supuesto, ¡más fotos chorras!. Hasta entonces.

lunes, 12 de marzo de 2012

Que 'jrande' es el Zine. Take 2: The Room


Game intro
 


Game 3Hace un año, tuve la alegría o la desgracia, según se mire, de conocer la ‘nueva peor película de la historia’.  Al menos así, con ese tagline tan ‘favorecedor’ se podían encontrar titulares acerca de la misma. Fue a través de un artículo de ‘Cinemanía’ escrito por el ‘crítico de mierda’ José Viruete, y me ocasionó tal impacto la nueva noticia, que me puse ávidamente a buscar otras críticas en internet, a jugar al videojuego (el cual finalicé tres veces) y, por supuesto, conseguir la película. Hace un mes tuve la oportunidad de cerrar el círculo, fui a uno de los shows en directo donde la proyectaban.

 
Mi intención no es volver a comentar la película, puesto que otros lo han hecho antes y mucho mejor, así que prefiero evitar ser una copia defectuosa del gran maestro de lo ‘Trash’, Viruete, y simplemente dejarles el link al artículo. Por el contrario, mi intención en este post será compartir con todos los lectores mi experiencia en un cine de Nueva York rodeado de sórdidos fans de 'The Room'.

 
En el cine viendo The Room, la peor película de la historia
Me trasladé a la ciudad solamente para asistir al evento (lo cual dice mucho de mi... y nada bueno). Según leí en la página web, por 15 dólares (más $1 de comisión) te daban derecho a la entrada al show, consistente en una presentación de la película por parte del director de la misma, Tommy Wiseau, y a una camiseta. Llegué al cine 2 horas antes para estar seguro de que me dispensaban la entrada previamente pagada. Una vez realizado este trámite, me fui a Broadway a tomar una cerveza para hacer tiempo. Cuando entré en el cine, 40 minutos antes del comienzo (algo inusual para el español medio), compré palomitas y tomé asiento, me encontré a un grupo de personas lanzándose un balón de fútbol americano parodiando las escenas deportivas de la película. Jugar en un sitio lleno de butacas tiene que ser más incómodo que hacerle una colonoscopia a un pingüino. Empezaron a llegar gente disfrazada y, a pocos minutos del comienzo, la gente no paraba de saludarse con un sonoro ‘hai!’ en homenaje a los diálogos de Wiseau. La película daría comienzo poco después de la hora señalada, las 12:30 de la noche, pero sin el director mediante. Y no es que saliese al finalizar la misma, es que no apareció. Esa mezcla de decepción y enfado se fue endulzando a medida que la película avanzaba. ¿Qué por qué? Juzguen ustedes mismos:


 



Copulando con un ombligoEn este vídeo que realicé durante la proyección no se aprecia cómo la gente lanzaba centenares de cucharas de plástico al grito de ‘spoon!’ cuando el personaje de Lisa hacía su aparición. Del mismo modo gritaban ‘nipples!’ cuando Juliette Danielle mostraba sus encantos en alguna de las 4 escenas de cama que hay en la película… claro, que una de ellas recicla los mismos planos que su predecesora. Y es que 4 escenas de cama enseñando ‘pechamen’ gratuitamente puede ser injustificado, pero si has sido capaz de acceder a que te penetren el ombligo, ¡qué más da! Por supuesto y como no podría ser de otro modo, la escena en la que Wiseau enseña su trasero escandalizó al personal. Y eso que todos allí ya lo habíamos sufrido. Pero, ¿qué persona en sus cabales digeriría esa imagen nuevamente? Esperen un momento… claro, para evitar pasar por ese suplicio fue probablemente la propia actriz la que exigió que se reciclaran los planos (“Total, si la película va a ser una mierda”, pensaría). 



 
Game 2Tras repetir al unísono el hilarante diálogo de la floristería, se llegó a la parte en que la madre dice que le han diagnosticado un cáncer (sin que nadie le dé mayor importancia y sin que esa información tenga relevancia alguna en la trama), a lo que todo el mundo gritó: “Cancer!”. Y a partir de ese momento, sería costumbre hacerlo cada vez que ese personaje entraba en escena. Del mismo modo, también lo era repetir: “go, go,go,go…!” cuando aparecía el cansino paneo del puente. Uno de los fans que iban disfrazados, en este caso, de esmoquin imitando a Peter, salió corriendo por el pasillo hasta el escenario cuando acaeció la escena de la caída jugando con el balón.

 
Desde luego fue una experiencia muy divertida. Si alguien no la había visto con anterioridad, hubiese sido imposible de entender por el ruido reinante… ¡y porque la película no tiene ningún sentido! Pero cuando se encendieron las luces y la gente empezó a marcharse, comprendí que me quedaría sin camiseta. Y así fue. Me marché con un agridulce sabor de boca hacia el hotel, no sólo por sentirme parcialmente estafado, ¡sino porque ni incluso en pantalla grande logré saber dónde coño estaba la cocina!


 
Tommy goes to LondonNo obstante, y ahora sí haciendo una reflexión personal, no creo que esta película sea peor que ‘Manos: The Hands of Fate’. Podrá ser un despropósito, un aburrimiento y una paranoia  misógina y egocéntrica de un melenudo traumatizado por alguna ruptura sentimental pasada, pero los fallos de raccord y la desfachatez de Harold P. Warren son difíciles de superar. La sordidez adicional que puede hacer inclinar la balanza hacia ‘The Room’ la pone el propio Tommy Wiseau, que se tuvo que vender de tal manera que hace shows parodiándose a sí mismo para conseguir rentabilizar su ‘inversión’ y prolongar un poco más su momento de fama. Al fin y al cabo, las películas con grandes espectativas e intencionalidad de ser serias pero que se convierten en un truño y un despropósito, son las mejores.