


Todo genio tiene su obsesión, Poe la tuvo con la muerte, Delvaux con las estaciones de tren, Van-Damme con su orto y John Boorman con “El Mago de Oz”. Y es que del título de la novela de L. Frank Baum surge el juego de palabras que da nombre a esta sórdida película.
Boorman no intenta engañar a nadie, en los primeros 10 minutos de película ya queda claro lo que vamos a ver. Es fácil que en un análisis superficial solo nos fijemos en las incoherencias de la película (muertos que respiran y pestañean o que caen asesinados antes de ser disparados, por ejemplo).
Pero lo que Zardoz nos cuenta es una distopía, un mundo en el que unos inmortales que viven aburridos en el Vortex, controlan el mundo de los humanos a través de un dios ficticio que da nombre a la película. Unos elegidos dentro de los mortales se encargarán de ‘exterminar’ a los humanos y rendir culto a su dios, personificado en una gran cabeza volante (de diseño similar a “La boca de la verdad” de Roma, y es que Zeta encuentra la verdad al introducirse dentro) manipulada por Arthur Frayn (inmortal y desencadenante de los sucesos que acontecen en la película).
Otra de las frases memorables de la película nos llega tras ver a Sean vestido de novia… “ el fin de la eternidad. Una forma más elevada, la venganza”. Boorman está claro que no pretende abogar por la violencia, sino porque estos sentimientos están dentro del ser humano. Curioso contraste el de las dos sociedades, una en la se vive en la ignorancia y otra en la que el conocimiento es unificado, todos saben de todos, todos se conocen y nada escapa a su control, ni siquiera los pensamientos. Los inmortales conocen la penuria de su condición y tienden hacia la autodestrucción. De ahí el agudo plan de Arthur Frayn para que Zeta aprendiese a leer, comparar, tener criterio y posteriormente poner fin a la actual situación. Por lo demás, cortes bruscos, imágenes forzadas en las que se pretende crear una estética propia, planos arriesgados que rozan la psicodelia y un trávelling por el jardín a manera de explicación.
¿Qué ocurre cuendo mezclamos a Vampirella con James Bond? Pues que nos da como resultado a Zardoz. No piensen que hubo plagio. Vampirella se publicó por primera vez en Septiembre del 69 (número cochino y año de llegada a la luna), por lo que es posible que Boorman se quedase maravillado por su vestuario…o tal vez fue su mujer… o tal vez es que no tenían tela suficiente… que importa, el caso es que la ecuación nos da un resultado claro y contundente (y es que aprender "punto de cruz" por un curso CEAC no da garantías de éxito en esta industria tan exigente). Destacar la adaptación de 1996 (directa a vídeo y encerrada en un cajón) protagonizada por Talisa Soto. La película se nos presenta con una estética muy de los 80 y no es solo por el VHS…Al contrario que Boorman, parece que no querían que la prota mostrase demasiada carne.
Ante la obligada pregunta de cómo nuestro Sean accedió a hacer ese papel con todo lo que conllevaba hay múltiples teorías, de las cuales probablemente la más verosímil nos lleva al siguiente diálogo:
- Connery: “Pero John, que me estás contando de ir medio en cueros con un taparrabos rojo, el bigotón, la trenza,… ¡Que todo el mundo relaciona mi imagen con la de James Bond!”.
- Boorman: “Sean, no seas tonto que aquí vas a tocar mucha teta”.
Aunque las fuentes oficiosas dicen que fue porque le gustó el argumento. En fin, quédense con la más convincente. Y es que Boorman se destaca por el naturismo y la desnudez (con gran sentido del humor, porque ponerle al personaje de Charlotte Rampling el nombre de Consuela…)Y debe ser un tipo convincente, porque sabe elegir. Es el caso de Gerry Johnston, que comenzó su andadura profesional en esta película y terminó trabajando en películas como “Braveheart” y “Salvar al sodado Ryan” como técnico de efectos especiales. Y se nota que tuvo que aprender un montón en esta película. No obstante su director de fotografía estuvo nominado a los BAFTA en 1975 (acabó ganando dos oscars años más tarde) doblemente por esta y por “Asesinato en el Orient Express” (que también contaba con Sean) y que en el año anterior a la producción de Zardoz ya había ganado uno de estos premios por la adaptación de “Alicia en el País de las Maravillas”.
Lo que no quepa duda es que es una película más que recomendable para sórdidos y bizarros en la que Connery se encontraba, según sus biógrafos, en una pendiente descendente de su carrera, estaba cansado de su encasillamiento y pensaban que como James Bond ya era un poco viejo (hizo una película más en 1983, casi diez años después, “Nunca digas, nunca jamás”). No obstante queda patente su gran sentido del humor, Y una anécdota más, el papel de Zardoz iba a ser interpretado en un primer momento por Burt Reynolds, protagonista de la anterior película de Boorman ‘Deliverance’ (1972), pero se puso enfermo (¿tal vez al ver el vestuario?). Y es que ya lo dice mi psicólogo: “lo más importante en esta vida para tener credibilidad es tener un buen bigotón”.